INICIAR SESIÓN

cristian

19 noviembre, 2024

Mientras escribía estas palabras, me encontraba en un café céntrico en la ciudad. Lo primero que hice fue buscar si había Wi-Fi disponible en el lugar (para poder escribir este humilde blog), sin siquiera haber visto lo que quería en el menú. Mi necesidad por encontrar una red a la cual conectarme era más vital que ver qué tipo de café iba a ordenar -tomando en cuenta que soy un fanático del café-. Esto nos pasa a todos, la tecnología es algo muy relevante en nuestras vidas y ha tomado un lugar tan importante que nos desesperamos por no tener acceso a internet en nuestras computadoras o celulares. Sí, -ya sé-, esto es algo que escuchamos y leemos en cada sermón en nuestras iglesias, en las pláticas de jóvenes y adolescentes e incluso en los grupos de comunión, pero es que es tan verdadero que no puedo dejar de señalarlo.

¿Si no tienes plan de datos, que es lo primero que buscas al llegar a casa de un amigo? La contraseña del Wi-Fi. ¿Y que tal que si tienes datos? Cuando sales de tu casa, lo primero que haces es encenderlos, para no perder conexión en ningún momento.

Lamentablemente, en palabras de Lucas Leys y David Noboa (2020), “los que asisten con regularidad a una iglesia, se congregan fielmente, y siguen todas las prácticas de los cristianos, están más conectados con el mundo exterior que con Dios”. No me malentiendan, tener celular con internet no es pecado como tal, pero es pecado cuando vemos algo en dicho celular que al Señor no le agrada, o el tiempo que dejamos de pasar con Dios por estar en alguna red social. Creo que todos en algún grado pecamos de esto, sin embargo también sé que el Señor es bueno y siempre esta ahí para darnos todo de su tiempo.

El pecado empeora cómo usamos el tiempo libre

Pero, ¿Por qué preferimos una red social a pasar tiempo con Dios? El pecado que mora en nosotros no nos permite deleitarnos en pasar tiempo con Él. Adán y Eva tenían una comunión perfecta con Dios, con su creador. Ellos se deleitaban en el Edén. Pero el pecado nos quitó todo eso, y sin Cristo ahora buscamos satisfacernos en tener una relación profunda con alguien o algo, tenemos ese deseo de llenar ese vacío que solo Dios puede, pero el mundo no nos puede dar dicha satisfacción, y si te la llega a dar, solo es temporal.  Pero ese anhelo, no es un error del Señor, ciertamente fuimos hechos con ese propósito, el de satisfacernos en Él, y solo aceptando a Jesús como nuestro único salvador, nuestro vacío comienza a ser llenado por su Espíritu Santo.

Cristo, nuestro redentor y roca, nos da el ejemplo perfecto de una vida en perfecta conexión con el Padre. Por algo Pablo compara a Jesús con Adán. Parafraseando al apóstol, nos dice en Romanos 5:12-15 que por Adán entró el pecado al mundo, pero por Jesús entró el perdón. Cristo se deleitaba con el Padre, y desde su corta edad de doce años, Jesús se pasaba horas en casa de su Padre como lo podemos observar en Lucas 2:49. Dios se complacía en su Hijo (Lucas 3:21-22), quien oraba toda la noche (Lucas 6:12-16). Jesús estuvo tan conectado con el Padre, que, al momento de su muerte, Él encomendó su espíritu en las manos de Dios (Lucas 23:46). Solamente una vida perfecta como la de nuestro salvador, su muerte y resurrección pudieron traernos perdón por nuestros pecados.

Las conexión con el mundo importa

Las conexiones con amistades o la familia sí importan y son buenas, pero siempre tienen que darse en el marco de que nuestra relación con Dios debería ser nuestra prioridad número uno. Antes que ver alguna red social, inicia sesión con el Padre. Él nos ayuda a seguir creciendo en santidad y a cada día disfrutar más de estar en su presencia. Y también Él es fiel y justo para perdonarnos cuando elegimos hacer otra cosa que pasar tiempo con Él. Ora al Señor para que te ayude a anhelar pasar más tiempo en sus atrios, pide perdón por aquellas cosas que preferiste hacer en lugar de entrar en su bello templo, y por último pídele que te ayude a disfrutar de una relación verdadera con Él, y así ser una influencia de sal y luz en este mundo tan hambriento de relaciones virtuales.

Jesús nos entregó ese maravilloso regalo de la salvación para que tuviéramos amistad con el Señor y ahora el velo ha sido roto. Nuestro Dios no se cae, ni se alenta, ni deja de funcionar como una red de internet. Dios está todo el tiempo listo para escucharnos y hablar con nosotros, y en Cristo Jesús tenemos la conexión perfecta con nuestro Padre.